No solo en el caso de los humanos el calostro -el primer “líquido” que se recibe de la madre a los pocos momentos de nacer- es muy importante. En el caso de los lechones, una de las primeras acciones que deben ponerse en marcha tras su nacimiento, y en un máximo de media hora después, es garantizar que estos ingieran todo el calostro que requieran durante las seis primeras horas de vida.
El calostro es rico en anticuerpos de origen maternal y se convierte en la primera y mejor vacuna para los recién nacidos, sobre todo para hacer frente a posibles infecciones presentes en el entorno, por cuanto reciben una gran cantidad de anticuerpos que los ayudan antes de que pueda recibir la vacunación respectiva.
La producción del calostro por parte de la madre se puede garantizar durante los últimos días de gestación, y sobre todo una vez ocurrido el parto, reduciendo el stress, proporcionando una dieta adecuada durante la gestación y la lactancia y que las cerdas tengan siempre agua limpia disponible.
Un buen calostro le da aporte energético a los lechones, ya que ellos nacen con pocas reservas de grasa, vitaminas, enzimas y proteínas. Una correcta ingesta de calostro mejora la tasa de supervivencia al destete, una mayor ganancia de peso durante el primer mes y medio de vida y una reducción drástica de la mortalidad pre-destete.
Si por la cantidad de cría o por otra razón, la cerda no puede cumplir el ciclo de amamantamiento como debería, se debe extraer el calostro en las primeras cinco horas después del parto y congelarlo, para luego suministrarlo por vía oral a los lechones.
El personal debe monitorear a las crías a fin de identificar a los ejemplares más vulnerables para asistirlos en la lactancia, y así garantizar que reciban la dosis adecuada de calostro. Asimismo, deben separarse los más grandes de los más pequeños, para que estos tengan más oportunidad de acceder a los beneficios de ese alimento.
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