Aunque parecen lo mismo no necesariamente lo son. Líder y jefe no siempre es la misma persona. La principal diferencia está en que el que lidera es capaz de dirigir, motivar y encaminar a un grupo o equipo sin imponerse, dejando que cada quien exprese sus inquietudes, aporte ideas, escuchando a quienes tienen algo que decir.
Un jefe, por el contrario, es una autoridad que suele utilizarla para darle órdenes a ese mismo equipo de trabajadores, sin que las opiniones, sentimientos o ideas de estos importen mucho.
No obstante, la idea de dirigir una empresa ha ido cambiando por la misma dinámica de las relaciones humanas y el contexto que las rodea. Un buen líder debe mantener a sus empleados motivados. No importa las circunstancias que rodeen la realidad de la empresa en un momento determinado, siempre se debe ser comunicativo, pero más que eso, sincero en lo que se les dice a los trabajadores.
Eso, además de denotar respeto, crea un lazo importante con los trabajadores, logrando que se produzca otra de las características de un líder, la empatía con la gente que está a su lado. Ponerse en los zapatos de los empleados lejos de “rebajar” al líder hará que quienes trabajan bajo su tutela lo vean como ejemplo y no ofrezcan resistencia a los cambios o direcciones que, en ocasiones, deben tomarse.
En la toma de decisiones radica otra cualidad fundamental para ser un buen líder: la determinación. Así como es capaz de escuchar o de ponerse en el lugar de otro, también debe tener la mano firme para mantenerse centrado en sus objetivos y no desmayar hasta lograrlos, pues el éxito de uno puede representar el de la corporación completa.
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